1770, Parmentier introduce la patata en Europa
A finales del siglo XVIII, Antoine Parmentier popularizó la patata en Francia para paliar el riesgo de escasez de alimentos de la época. En aquella época, el cultivo de la patata era poco conocido en Europa, salvo en España, Irlanda y Alemania. En Francia estaba prohibido porque se sospechaba que causaba lepra.
Una vez disipada rápidamente la duda, la patata se convirtió poco a poco en un alimento predominante en nuestros platos gracias a sus riquísimas capacidades nutritivas y a su facilidad de cultivo.
Resolvió un gran problema de la época al reducir drásticamente el riesgo de hambruna en caso de cosechas infructuosas. Hoy en día, la patata se encuentra en todas partes y en todas sus formas. Existen miles de variedades deliciosas, desde la Agata hasta la Yukon Gold y la Belle de Fonteney. ¡Gracias Parmentier!
¿Qué son las microalgas?
Chlorella, Spirulina, Astaxantina, Schyzochitrium, Klamath, Odontella... Tantos nombres extraños que hoy aparecen cada vez más en las tiendas ecológicas y en las mesas de nuestros amigos vegetarianos y otros aficionados a las dietas sanas.
También en este caso, al igual que las patatas, las primeras huellas de su consumo se encuentran en Sudamérica. El término «microalga» fue utilizado por primera vez por los historiadores españoles al describir la recolección de espirulina por los aztecas en el lago de Texcoco. Al parecer, la consumían en forma de torta pastosa.
El término «algas» describe un grupo muy amplio de organismos que comparten ciertas características como la fotosíntesis, la capacidad de convertir la energía solar en energía química. Crecen en el agua y no tienen raíces.
Las microalgas son, por tanto, algas microscópicas que forman el famoso fitoplancton. Generalmente de unas pocas micras de tamaño, están muy lejos de sus primas macro, las algas que todos tenemos en mente, con el espectro de emociones que generalmente se les asocia, que van del «asco» (en la playa) al «delicioso!» (en un restaurante japonés).
Las algas son las más consumidas en Asia: el consumo medio es de 14 g al día en Corea y Japón. En Occidente, las microalgas y macroalgas se consumen cada vez más, pero aún sólo son conocidas por un círculo muy reducido de iniciados y «early adopters» de la alimentación.
Plancton, la promesa nutricional del futuro
Las microalgas son auténticas «bombas» nutricionales. En el caso de la chlorella y la espirulina, contienen más del 50% de proteínas vegetales, todos los aminoácidos, incluidos los 8 esenciales, minerales, vitaminas E, C y también B12 (chlorella), que se encuentra principalmente en la carne, omega 3, ácidos grasos poliinsaturados, betacaroteno, clorofila… La composición casi perfecta de todos los nutrientes necesarios para la vida.
El plancton se encuentra «en la base» de la cadena alimentaria, por lo que los organismos milmillonarios que lo componen son lo suficientemente ricos en nutrientes como para servir de base a toda la cadena, ¡de la que formamos parte! Comer plancton es una forma de volver a lo básico, eliminando al intermediario.
En Occidente, el riesgo de hambruna es hoy afortunadamente improbable, a diferencia de la época de Parmentier, pero seguimos teniendo nuestra parte de desafíos contemporáneos: la exposición a productos químicos y pesticidas debida a la sobreindustrialización de la agricultura, la obesidad, la intoxicación por metales pesados, etc. han generado numerosas enfermedades, disfunciones y carencias nutricionales en el mejor de los casos.
Es en este contexto en el que podemos afirmar que las microalgas están especialmente adaptadas a nuestra sociedad actual: no son un alimento que «llena», sino un alimento que nutre y cura. En efecto, el cóctel de nutrientes preciosos que contienen estos superalimentos, así como su poder descontaminante, permiten nutrir, pero también prevenir ciertas enfermedades y tratar síntomas a menudo causados por carencias y/o intoxicaciones.
Se han realizado miles de estudios sobre las microalgas para evaluar su impacto medioambiental y también sus beneficios para la salud (colesterol, cáncer, sistema inmunitario, desintoxicación de metales pesados y PCB, autismo, etc.), pero aún no se han descubierto todos sus secretos. Así, muchos testimonios hablan de efectos positivos sobre: psoriasis, enfermedad de lyme, bipolaridad, cándida, fibromialgia, artrosis, etc.
En Europa, pocas microalgas están autorizadas para el consumo humano. He aquí algunas de ellas:
Chlorella, la reina de la desintoxicación
Nombre científico: Chlorella vulgaris
Descripción: La chlorella o clorela posee un 50% de proteínas vegetales y todos los aminoácidos. Tiene el mayor contenido de clorofila conocido y es muy rica en ácidos grasos poliinsaturados y omega 3. Dependiendo de cómo se cultive, si es natural, contiene vitamina B12, muy valiosa para dietas pobres en carne.
Medio ambiente: Agua dulce
Zona: Se cultiva en Asia y Europa.
La espirulina, la aliada del deportista
Nombre científico: Arthrospira platensis
Descripción: Sin duda la más conocida, la espirulina no es una microalga propiamente dicha, sino una cianobacteria. No obstante, es un superalimento repleto de nutrientes excepcionales con un 60% de proteínas, vitaminas, aminoácidos y su famoso pigmento ficocianina, un auténtico EPO natural.
Medio ambiente: Agua salobre, mezcla de agua dulce y de mar.
Zona: Se cultiva en Asia, Europa y Estados Unidos.
Haematococcus, fuente de astaxantina
Nombre científico: Haematococcus pluvialis.
Descripción: El Haematococcus rara vez se consume puro. Se consume su extracto, la Astaxantina, un potente antioxidante al que se atribuyen numerosas virtudes, entre ellas la inmunomodulación, la protección de la piel contra los rayos UV y efectos muy interesantes sobre la visión, en particular contra la degeneración macular asociada a la edad (DMAE). Leer más.
Medio ambiente: agua dulce.
Zona: se cultiva en Europa, Israel y Estados Unidos.
Klamath, el americano
Nombre científico: Aphanizomenon flos-aquae
Descripción: La AFA Klamath es un alga de agua dulce que procede del lago Klamath, en Oregón, Estados Unidos. Es muy popular en la actualidad, y se le atribuyen virtudes de «claridad mental» y mejor concentración. Por desgracia, la Klamath no se cultiva en un entorno controlado y se pueden encontrar en ella microcistinas, toxinas muy perjudiciales para el hígado.
Medio ambiente: Lago Klamath.
Zona: Cultivada en Oregón, EE.UU.